Sí al trabajo freelance

El espectacular sobre la avenida muestra el rostro de un joven de veintitantos sonriendo. Junto a él aparecen el nombre y logo de una universidad privada, una de tantas. “El 20% de nuestros egresados son freelanceros exitosos”, presume el letrero.

Un anuncio así no lo verás hoy en ninguna parte.

Primero, en la sociedad mexicana, la idea de ser profesionista independiente aún no se extiende. Si ser emprendedor es visto como una afición al peligro –algo que aplaudimos en la calle pero en privado rehuímos–, trabajar freelance es considerado como algo peor: una forma de sub-empleo, fracaso o hippismo; el resultado de la incapacidad para conseguir un empleo decente y normal. O sea, se piensa que trabajar freelance es siempre por necesidad, no por gusto.

Segundo, en la medida en que en México no somos particularmente emprendedores ni tenemos a muchos universitarios pensando en iniciar una empresa al graduarse, tampoco se nos antoja trabajar por nuestra cuenta. “Freelance, ¿yooo? ¿Y de dónde saco clientes?”, bosteza el universitario promedio. Este punto es interesante, porque todos los mexicanos afirmamos que somos “creativos”, “innovadores”, “movidos” o “abusados”. Pero la realidad es que no vemos a muchos emprendedores ni profesionistas independientes corriendo riesgos para atacar nuevos mercados, cambiar el status quo u ofrecer nuevas soluciones a problemas tradicionales.

Tercero, la mayoría de los jóvenes y profesionistas que, por su carrera y experiencia, podrían optar por la vía freelance, no hablan inglés. Al menos no lo hablan con suficiente dominio y fluidez. Esto es un gran problema, pues los mejores sitios para postular tus servicios  –por tamaño y paga– son globales y funcionan en ese idioma. Si tu área de expertise radica en el diseño de campañas publicitarias para museos y te limitas a ofrecerle tus servicios al mercado nacional, estarás frito. Ofrécele tu talento al mundo y pronto podrías estarle trabajando a un museo en Dublín, uno en Singapur y otro en Puebla.

Cuarto, la currícula en la mayoría de las universidades, en lo que concierne al freelancing, está totalmente empolvada. Cómo anunciarte, crear tu marca personal, identificar un nicho lucrativo, atraer clientes, cobrar y dar factura, ahorrar para el retiro –cuando no hay alguien más forzándote a hacerlo–, colaborar con otros profesionistas internacionales, e incluso ir creando un despacho, no es lo que la mayoría de los estudiantes ven hoy en las aulas. Las universidades siguen corriendo con un sistema operativo en el cual la meta de sus estudiantes es conseguir un empleo de tiempo completo en una gran empresa –trasnacional, de preferencia–, donde lo que no hayas aprendido o desarrollado durante la carrera lo adquirirás en la oficina.

Ya sea en nuestras familias, sociedad, gobierno o universidades, seguimos enganchados en una visión del mundo laboral que está siendo rebasada por los hechos.

La realidad es que la proveeduría independiente de servicios profesionales de alto valor agregado es un giro cada vez más importante entre la población, especialmente la más educada. Existen pocas cifras, pero sabemos que el INEGI considera ya a los “trabajadores independientes” –donde convergen desde choferes y jardineros hasta consultores y programadores– en una cifra superior a los 11 millones de personas. En algún punto de esa estadística –fuera de nómina pero ofreciendo servicios profesionales de alto valor agregado– se encuentra el segmento de los freelanceros.

Que nuestros universitarios tengan, aún si son empleados de tiempo completo, la capacidad no sólo de sobrevivir, sino de prosperar, trabajando por su cuenta, nos favorecería a todos. Los beneficios serían muchos; detengámonos aquí en dos:

Primero, la flexibilidad del trabajo independiente le viene especialmente bien a aquellos que quieren mantener el “control” de su tiempo y/o no desean desentenderse de sus hijos y/o han sido jubilados pero aun tienen energía para realizar ciertas actividades y/o proyectos.

Segundo, si queremos realmente tener más emprendedores, uno de los caminos naturales para lograrlo es que tengamos también más freelanceros exitosos, pues una etapa conduce a la otra. Al menos en la industria de servicios y bienes intangibles o digitales, si empleas marketing, usas plataformas electrónicas, sabes vender y cobrar, le das gusto a clientes en varios continentes, y estás viendo constantemente cómo inyectarle más valor a tu trabajo, estás recibiendo el entrenamiento perfecto para convertirte en empresario.

Por todo ello, saber ser freelance podría ser para ti un “plan B”, un “as bajo la manga”, un “paracaídas”. Podría ser una actividad secundaria que complemente el ingreso familiar. Podría ser la llave para combinar la generación de ingresos con el cuidado de los hijos u otro tipo de actividades. Podría ser la actividad de tu retiro. O simple y sencillamente, podría ser una actividad que se adapta a tu estilo de vida.

Cuando por fin veamos el potencial del freelanceo y abracemos su terca, y cada vez más extendida presencia, nos daremos cuenta de que el rostro sonriente en aquel espectacular… podría ser el nuestro

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